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Foto: Crónica.com.mx |
¿Milagro o suerte?
José Alberto Martínez:
“Ser niño prodigio es mi razón de vivir” Con un día de nacido, José Alberto Martínez pasó más de 90 horas bajo las piedras, polvo y cadáveres que fueron su compañía durante ese lapso después de que se derrumbara el Hospital Juárez. Su vida quedó marcada por la impuntualidad de su padre, quien no acudió a recoger a su esposa al hospital ese 18 de septiembre, luego de haber dado a luz a Alberto; un día después fue demasiado tarde. El nosocomio estaba convertido en cascajo y sólo el olor a muerte y destrucción reinaban ahí, donde la posibilidad de supervivencia era remota. Pero fue la pulsera de tela adhesiva que les colocan a los niños recién nacidos la que le salvó la vida ese 22 de septiembre del 85, pues el rescatista alcanzó a ver ese pedazo de tela que apenas se movía entre la polvareda al remover los escombros. ¿Milagro o suerte?, aún no lo sabe, pero él sobrevivió a la caída de cuatro pisos junto con otros bebés que estaban en los cuneros; pero su mamá no corrió la misma suerte y quedó sepultada bajo pesadas losas de cemento que le quitaron la vida como a miles de mexicanos. Nunca la encontraron. Alberto salió ileso en lo físico de esa tragedia, no así en lo psicológico, pues la falta de padres lo marcó para siempre.
De lo que le cuentan, de las imágenes que ha visto una y otra vez cada año sólo expresa: “hay tristeza en mi corazón porque no tengo a un ser querido que me dé abrazos, me bese u oriente, como lo es una madre…”. Desde entonces conoció la crudeza de la vida, pues quedó huérfano en automático, ya que su padre lo recogió cuando lo salvaron pero de inmediato lo abandonó a su suerte con sus suegros radicados en Querétaro. “En ese momento en que no encontraron a mi mamá mi papá desapareció; y mí tía me recogió y me dio su apellido”, recuerda. Considerado uno de los hijos de los sismos de 1985, Alberto creció con la sombra del terremoto que enlutó su hogar pero que a la vez le permitió sobrevivir para contarlo e incluso ahora tiene una familia formada por su esposa, Adriana —quien lo admira y se enorgullece—, y José Manuel, un niño de un año de vida.
Fuente: La Crónica, http://www.cronica.com.mx/notas/2005/202855.html
Autor: Alejandro Páez y Olivier Pavón
Actualmente trabaja en una empresa de cereales y desde hace 20 años visita el hospital pediátrico de Balbuena para su revisión de rutina a fin de comprobar que no hay secuelas físicas... porque las del alma, ésas, son indisolubles. El ser uno de los niños del sismo, reconoce, ha significado mucho en su vida. “Es mi gran razón de vivir, de echarle ganas para salir adelante…”.
Juana Jazmín Arias:
“No estoy anclada en aquella tragedia” Juana Jazmín es la voz de la memoria. Para ella cada 19 de septiembre es abrir la página blanca de los recuerdos y robarle palabras al olvido. Tiene una historia que contar: ...cómo fue rescatada del Hospital Juárez tras el terremoto que hace 20 años, a las 7:19 horas, cambió su vida. Contar cómo ha vivido durante estas dos décadas. “Nunca hallaron el cuerpo de mi mamá”, platica Juana Jazmín Arias Aguilera, nacida un día antes de la tragedia. Está feliz de haber sobrevivido y planea estudiar diseño gráfico, pero su voz se quiebra al recordar que jamás conoció a su madre. “A mí me rescataron pero a ella no”.
“No sé mucho del sismo pero las imágenes que he visto a lo largo de los años muestran que fue terrible”. Y es que todavía hay memoria para los dos minutos y medio, el tiempo que duró aquel terremoto: “hay cosas que no se olvidan”. Afirma no estar anclada en aquella tragedia: “No es un tema eterno de conversación pero cada año esa fecha se recuerda”. Esta adolescente, quien busca inscribirse en el bachillerato asevera estar viva debido a “un golpe de suerte”. “No sé bien a bien cómo me rescataron... pero fue uno de los tantos héroes anónimos que se metieron entre los escombros”. El drama que le tocó vivir a esta adolescente aún no cicatriza. Ese día muchas personas quedaron bajo los escombros del hospital. Entre ellas, la madre de Juana Jazmín. Hoy ha aprendido a sonreír. “Acabo de terminar mis estudios en una escuela técnica”, afirma quien planea estudiar diseño gráfico. Juana Jazmín, una de las bebés sobrevivientes del sismo de 1985.
Víctor Hugo:
“Vivo hoy la marginación” Víctor Hugo Hernández Castañeda cojea visiblemente. El sismo dejó huella en él: perdió ambas piernas y hoy tiene que usar prótesis. Sin embargo, no por ello dejan de gustarle el futbol y bailar. Quizá una pared, un mueble, un pedazo de techo le dejó impedido para caminar con entera libertad a los dos días de nacido. El 17 de septiembre llegó al mundo. Dos días antes del terremoto. “Luto, tristeza”. Son las palabras para descifrar el horror que vivió en el Hospital Juárez. “Veo las imágenes y siento tristeza porque mucha gente falleció”. Fue la catástrofe, agrega: “Una ciudad destruida, incrédula, horrorizada, marcada por la incertidumbre”. El sismo de hace 20 años dejó otras secuelas en él: “Ahora tiembla y no siento cuando tiembla”. Moreno, robusto y de sonrisa fácil ha vivido la discriminación en carne propia. Busca empleo porque fue parte de una segregación. “Trabajaba en Bon Ice. No me dejaron trabajar a causa de mis aparatos en las piernas”. También ha visto abandono por parte del gobierno. “En nada nos ha apoyado. No recibimos ayuda de ninguna clase”. Como todos los jóvenes de su edad, Víctor Hugo piensa en lo futuro. Tiene un objetivo, un sueño: “quiero graduarme como ingeniero en computación y abrir un café internet. Quiero superarme, ayudar a otras personas”.
Autor: Alejandro Páez y Olivier Pavón
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